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Por Camila Peroni

He ahí la complicación. Las emociones se sienten desde la tripa. No se piensan. Por eso es tan difícil fingirlas. He ahí el dilema del locutor moderno. Se acabaron las voces armónicas. Se acabó escuchar y repetir para que suene bonito. Ya no podemos copiar.

Nos encontramos pues ante el dilema: cómo me expongo y saco de mí las máscaras para sacar un delivery auténtico? Sigue siendo un misterio para mí cómo creérsela, o sea, transmitir que me creo algo que no sé si sea verdad, o que indudablemente suena a mentir… y eso es lo que no quiere nuestra audiencia. Sentir que le mienten. O sea, debemos muchas veces mentir sin sentir que estamos mintiendo.

¿Y cómo lo logramos? A mí se me ocurre que lo primero es aprender a no mentirnos a nosotros mismos. Al final, creo que si sentimos que nos estamos siendo fieles a nosotros mismos, la cosa es más sencilla.

Lo segundo, creo que radica en entrenarnos en esa cosa que los buenos actores saben hacer: conectarse y desconectarse de diferentes emociones, visceralmente. Y eso cómo se come? Jajaja bueno, pues algunos sugieren música, otros imágenes
mentales, meditación, escuchar cómo sueno, mindfulness, autobservación y bueno, hay varias técnicas. Sólo que al final no se trata de fórmulas mágicas sino de cada día aprender, por nosotros mismos, a conectarnos con nuestro cuerpo, con
nuestras emociones.

Claro, suena súper simple, verdad? Pero quiero preguntarle a la mayoría qué tanto se da el permiso de sentir todo su espectro de emociones. Porque si se trata de ser auténticos, lo primero es dejar de pelear con lo que no nos
gusta. Sí, para mí esto de ser locutora es todo un camino espiritual. Y no es casualidad que la mayoría de mis colegas y yo seamos personas que, a nuestra manera, hayamos buscado algún sendero que nos ayude a mirar para adentro o,
puesto en otras palabras, no tan mías, pero sí de mis colegas “encontrar a Dios”.

Pero en mi caso, no sólo se trata de encontrar el lado luminoso, sino de aceptar amorosamente la sombra, pasando primero por la idea de permitirme ser lo que sea que soy, “buena y mala”, simplemente vulnerable. Se trata pues, de un ejercicio diario y constante de aprender a reconectarme con mis emociones y a aceptar lo que sea que llegue y desde ese lugar de aceptarme, coger un texto y leerlo, pensando primero en que así no crea, hay siempre algo
bueno de que esa compañía exista. Y eso es simplemente la razón por la cual voy a decir lo que quiera que diga.

Esa es un poco la magia… pero de ahí a una fórmula, lejos. Todo se basa realmente en la experimentación.

Sólo los dejo con 3 palabras: conocerse, aceptarse y exponerse. No sé si esa sea la fórmula del éxito en la locución, pero lo que sí sé es que es bueno para la vida misma y de paso, nos haga mejores personas y locutores más auténticos.

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